
Caballo de Guerra, del autor británico Michael Morpugo, captó en 1982 la atención de los niños de su país por narrar la historia de un adolescente de 16 años cuyo caballo es reclutado para enfilarse a las trincheras francesas durante la Primera Guerra Mundial. El muchacho se enrola entonces como soldado para alcanzarlo.
En el mismo año de su publicación, el texto se leía en las escuelas para advertir de los horrores de la guerra. Esos mismos lectores acudirían más adelante en estampida a ver en el cine E.T., El Extraterrestre de Steven Spielberg. Tres décadas después, el mismo realizador del filme decidió enfocar su talento en la historia del chico y su caballo.
Pero West End, en Londres, y Broadway, en Nueva York, levantaron la mano antes que Spielberg. En 2011, una obra musical usaba el texto de Caballo de Guerra innovando en el escenario con equinos-marionetas y actores de carne y hueso. El espectáculo ganó el Tony a Mejor Obra del Año, e hizo oficial que los personajes de Morpugo pueden comunicarse universalmente.
La BBC de Londres se sumó con una adaptación a la radio que reclutó a Timothy Spall, de la serie de Harry Potter; la nominada al Oscar, Brenda Blethyn (Secretos y mentiras), y al protagonista de ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Bob Hoskins.
Por su parte, el National Army Museum de Inglaterra le dedicó el ala de honor a una exposición sobre el “detrás de cámaras” del Caballo de Guerra de Spielberg, sumando para el visitante la experiencia de conocer la historia de decenas de jinetes y sus fieles compañeros a lo largo de las guerras, entre ellos Marengo, el famoso caballo blanco de Napoleón.
Spielberg tuvo de aliado al fotógrafo ganador del Oscar, Janusz Kaminski (Rescatando al Soldado Ryan) e invitó a John Williams (Indiana Jones) para hacer la partitura. El resultado es una cinta épica, la cual muestra que para un equino no existen las banderas, sino el deseo de sobrevivir y ser leal con quienes le demuestran afecto.
¿Vale la pena?
Con pedigrí de Oscar, Caballo de Guerra es espectacular en todos los sentidos, y brilla por la elección de Spielberg de usar pocos efectos digitales y tener en pantalla decenas de caballos genuinos. No obstante, la cinta sufre el mismo problema que la adaptación teatral, al quedar ceñida a la narrativa de cuento para niños, sin lograr reflejar en su clímax los sentimientos estrujantes y devastadores de la Primera Gran Guerra.