Sherlock Holmes Juego de Sombras (Secuela del film 'Sherlock Holmes', dirigido en 2009 por Guy Ritchie) salio a las carteleras el 16 de diciembre de 2011.

La fascinación suscitada por el personaje literario ideado por Arthur Conan Doyle a finales del siglo XIX parece no entender de épocas o tiempos históricos. Puede que sea su irreverencia natural, su inaudita capacidad deductiva o su intuición para investigar los casos más extraños y peligrosos; la cuestión es que Sherlock Holmes y su fiel (a su pesar) escudero, el doctor Watson, continúan aún hoy, a comienzos del siglo XXI, en plena forma y actualidad. La que ya se augura como una dilatada y exitosa saga cinematográfica bajo la dirección de Guy Ritchie y el carisma incuestionable de Robert Downey Jr. y Jude Law, ha sabido trasladar a la gran pantalla y, lo que es más importante, al gran público parte de la esencia de las novelas de Conan Doyle aunque adaptándola a los recursos contemporáneos del cine comercial a partir de los cómics de Lionel Wigram.
El resultado no es decepcionante aunque tampoco encandila por su brillantez. La primera media hora de la película naufraga en la búsqueda de un discurso coherente al que el espectador pueda asirse ante una sucesión de escenas inconexas y confusas en las que es sumamente fácil perderse y que, en cierto modo, lastra el resto de la trama. De hecho, la acción no ofrece descanso alguno y en ciertas ocasiones surge la pregunta de por qué los personajes se encuentran en esa determinada situación o cuándo hemos cambiado de escenario. Afortunadamente, hacia el final de la película se consigue hilvanar una serie de secuencias lógicas llenas de tensión (incluida el combate entre Holmes y Moriarty) que en cierto modo palian la acción atropellada que las antecede. A esta secuela, en resumen, lo que le falta es la claridad narrativa que sí detentaba su predecesora, conformando una película confusa y apresurada en el que tan sólo destacan algunos momentos aislados de absoluta brillantez (la persecución en el bosque es sensacional).
Por otro lado, no podemos obviar los atributos que hicieron de la primera entrega un divertido espectáculo y que se reeditan en la secuela para el goce del público, como las luchas escenificadas a cámara congelada en la mente fugaz de Holmes, la complicidad entre sendos protagonistas en una divertida relación de amor-odio, el sello inconfundible de Ritchie en las escenas de acción, la música pegadiza de Zimmer (en esta ocasión menos presente), o la sugerente recreación de la época.
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