Sorpresiva propuesta de entretenimiento
familiar ha resultado ser “Gigantes de Acero”. Sin importar las
desventajas que pueda tener un libreto por de mas trillado, logra
triunfar con el público tal y como lo hace Atom en la arena.
En el lejano 2020 las peleas de Box son
estelarizadas por robots, el cual deja atrás el aspecto deportivo al ser
simplemente las habilidades de programación o estrategia la que te
proporciones el triunfo. Es en este mundo futurista es donde conocemos
la patética vida de Charly (Hugh Jackman) tratando de generar ingresos
que le permita pagar sus múltiples deudas ( No de las tiendas Coppel o
de Elektra). Para empeorar el asunto, debe de hacerse cargo del hijo que
abandonó de bebé. De ahí en adelante, es la pasión por las luchas con
robots lo que los une y el resto resulta tal y como lo hemos visto
cientos de veces.
El gran acierto ha sido la correcta
elección del elenco, que sobresale con personalidades de las que somos
capaces de levantarnos de nuestro asiento y aplaudir de emoción. No se
que tanta influencia haya tenido el director Shawn Levy de quien
conocemos por clásicos como: La Pantera Rosa, Una Noche Fuera de Serie
(Date Night), Una Noche en el Museo. Con ese legado a cuestas había
temido una catástrofe, pero increíblemente al final todo funciona hasta
con cierto grado de maestría al lograr envolvernos emocionalmente en las
peleas dignas de la WWE. También tenía mis dudas en lo que respecta a
las actuaciones, aunque Hugh Jackman tiene sus momentos de grandeza, no
hay que negar que es en ocasiones es opaco y monótono como lo fue en
Wolverine; de Evangeline Lilly tampoco podemos presumir demasiado al
saber que todos los episodios de Lost donde fue protagonista eran los
peores de la temporada. Lo cierto es que nada de eso está
presente aquí y ambos logran involucrarnos en cierta medida a sus
dilemas , no con la fuerza pasional de un amor que dura siglos, pero si
con al menos algo de interés por el que triunfen. Contrario a
mis expectativas, el trabajo del niño actor Dakota Goyo logra su
objetivo de ser la representación de las emociones de la audiencia
infantil por tener su propio robot: no es fastidioso, estúpido y mucho
menos pretende ser adorable.
Lo más llamativo de la cinta son
ciertamente las batallas coreografiadas de tal forma que se entienda la
acción , con una que otra sorpresa al tratarse de
seres mecánicos capaces de soportar tan crueles castigos.
A momentos la película da destellos de
que se pretende salir de la fórmula establecida con
sinceros diálogos que evitan caer en la monotonía, uno que otro momento
en donde resultan hasta mágicos con un robot tan lleno de personalidad
con simplemente mirar sus ojos. Pero todo es un engaño porque la trama
es predecible y dependiente de la gran pelea final en donde se esta
volviendo costumbre que exista un termino medio a que triunfe por
completo nuestro héroe. Aún así, debo de reconocer que las escenas del
inevitable clímax son difíciles de llevar a cabo, deberás que no se como
le hizo el director Shawn Levy, pero la energía que se transmite en
tales escenarios son lo que hace tan disfrutable esta versión de Rocky
para niños.
Creo que aún con sus limitaciones logra
su objetivo, quizás sea posible que transcienda que con
un innovador libreto en la ya confirmada secuela. Mientras no puedo
negar que ha sido emocionante ver los orígenes del “Campeón del Pueblo”.
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